Almas gemelas
Anuar y Toni, compañeros de habitación en la Residencia del Real Valladolid, se hacen hueco en el primer equipo blanquivioleta
Enero de 2008. Un niño ceutí que acaba de cumplir 13 años llega a los Anexos para intentar superar una prueba de una semana y, así, convertirse en nuevo jugador del Real Valladolid. Es delantero y, con tres dianas, en su primer entrenamiento sorprende por su velocidad y su capacidad goleadora. “Te quedas, Anuar”, le dijo Javier Torres Gómez. El chaval entró en las categorías inferiores en la temporada 2008/09 y se convirtió en una de las perlas de la Residencia a pesar de ser el niño más pequeño.
El por aquel entonces ya medio centro fue uno de los encargados de dar la bienvenida en la campaña 2010/11 a Toni, un chico murciano que a simple vista parecía débil pero que tenía una fortaleza, una inteligencia y una calidad fuera de lo normal. Torres Gómez se fijó en él, también nacido en 1995, en un partido de la categoría cadete murciana entre el Cieza y el Lorquí, su pueblo.
Anuar y Toni, Toni y Anuar, pronto se convirtieron en muy buenos amigos. Compañeros de equipo, compañeros de habitación e, incluso durante el pasado verano, compañeros de piso. El ceutí y el murciano compartían también el mismo objetivo: hacerse un hueco en el primer equipo.
Los dos debutaron con el Promesas en edad juvenil e, incluso, el mediocentro fue clave en la consecución del ascenso a la Segunda División B, categoría en la que brilló el atacante en su primera temporada sénior de la mano de Rubén de la Barrera. Con más presencia de Anuar en el primer equipo y con una temporada en León para curtirse, Toni ha regresado para quedarse y ahora siente la confianza necesaria para todo futbolista.
Son ya varias las ocasiones en las que han coincidido sobre el terreno de juego a las órdenes de Luis César y no se trata de una simple anécdota. Supone el premio a todo el trabajo realizado desde que llegaron a la Residencia, tanto por ellos –sobre todo por ellos- como por los empleados del Club que cuidan y educan a los chavales en lo humano y lo futbolístico. La afición lo agradece, como demuestra cada vez que disfruta de ellos en Zorrilla. Ovaciones cerradas y orgullo por sentir cómo crece alguien a quien has criado.
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