Por Mario Ornat
Un ensayo del siglo XIX
Habíamos pasado por alto este momento: en el minuto 53 de su partido con los All Blacks, Gales escenificó en technicolor y pantalla gigante, rojo sobre negro sobre verde, el sueño inconfesablemente húmedo de cualquier pilar que en el mundo ha sido: un ensayo fabricado sobre la gloriosa plataforma de un maul de 15 hombres. Convengamos que se trata de un movimiento estratégico desesperado frente a la demoledora superioridad de Nueva Zelanda, después de muchas decisiones erróneas a lo largo del partido. Pero es uno de esos momentos singulares que quedan en el recuerdo y que, a pesar de la que estaba cayéndoles a los dragones bajo el techo cerrado del Millennium, compuso una escena de ribetes memorables incluso para sus protagonistas: sólo hace falta ver la sonrisa de Scott Williams, el centro galés que había relevado tras su lesión a Jamie Roberts, de regreso a su campo tras la anotación. Los All Blacks encajaron el ensayo sin molestarse gran cosa: resulta casi enternecedor ver a Cory Jane, el liviano ala All Black, apoyando sus manos en la masa informe de cuerpos conforme la enorme bola roja y negra cae sobre la zona de marca galesa. Y, sobre todo, a Richie McCaw, Ma'a Nonu y Conrad Smith (y, fuera de plano, el mismo Israel Dagg) guardando con disciplina defensiva la línea, sin nadie enfrente a quien defender, porque los 15 galeses estaban empujando ese maul. Aquí hubiera faltado un arrebato de fronteriza genialidad de alguien: por ejemplo, tirar esa inacabable touche de 13 hombres al primer saltador... O que McCaw incurriese en fuera de juego por adelantar su pie al del último hombre en el maul, para presionar la salida de un inexistente enemigo en la línea.
La jugada de Gales, que ya se está atribuyendo sin duda al libro oculto de tácticas enloquecidas de Warren Gatland, presenta además un rasgo inalterado de cierta memoria histórica. Fue un ensayo decimonónico. Los historiadores del juego recuerdan que, hasta un partido entre Inglaterra e Irlanda en The Oval de Londres en febrero de 1877, el rugby se jugaba con 20 componentes por equipo, de los cuales hasta 13 actuaban en el paquete de delanteros. El resto de la escuadra se posicionaban sobre el campo de acuerdo a un patrón hoy inconcebible: tres medios, un solitario trescuartos y tres zagueros. El resultado era que la pelota se extraviaba con frecuencia en las tripas profundas e inagotables de un sólido paquete de 26 gordos (dicho sea sin ánimo de señalar). "En las raras ocasiones en que un jugador era capaz de escaparse corriendo con la pelota, invariablemente terminaba cazado por alguno de los muchos contrarios", relata John Griffiths. Al ser derribado, ese jugador gritaba down, si es que era capaz de emitir sonido alguno, dejaba la pelota en el suelo y los dos paquetes se reunían de nuevo alegremente en una multitudinaria melé, cuyo objeto era llevar la pelota hasta el otro lado. Se trataba de un espectáculo bárbaro, con escasas concesiones al público. Una diversión privada de los muchachos implicados en la batalla, nada más. Entonces, los que mandaban en el juego ya buscaban soluciones para darle velocidad al rugby. En 1875, Oxford y Cambridge fueron pioneros al jugar el primer encuentro con 15 jugadores por equipo. Y fue después en aquel partido que referíamos en The Oval, cuando el modelo quedó implantado en tests internacionales. Ese mismo día ocurrió otro hecho que cambió el juego: fue cuando el cricketer Albert Hornby, internacional del bate con Inglaterra y debutante a los 30 en el rugby, pateó un balón para ganar terreno por primera vez en la historia, conocida, de los choques entre países. Y aquí estamos ahora: más de 135 años después de todo aquello, Gales hizo un ensayo del siglo XIX.
http://blogs.as.com/mam_quiero_ser_pilier/2012/11/un-ensayo-del-siglo-xix.html