Un gran texto sobre la vivencia del fútbol en el estadio. Me molaría pillarme el libro...

Cortesía del blog ''Palabra de Capitán''

Nadie, lo que se dice nadie, ni siquiera yo, podría haberse acordado del partido de no ser por la rueda de prensa que concedió Alan Durban después del encuentro: se cabreó por la manifiesta hostilidad de los periodistas frente a su equipo y su táctica. "Si quieren divertirse -les soltó a bocajarro-, vayan al circo a ver a los payasos."

Esa frase fue una de las citas futbolísticas más famosas de la década. A los periódicos de calidad en concreto les encantó, ya que resumía sin esfuerzo el meollo de la moderna cultura del fútbol: he ahí la prueba concluyente de que el fútbol se había desnaturalizado, de que a nadie le importaba otra cosa que no fueran los resultados, de que el antiguo espíritu corintio -lo importante es participar- había muerto, de que ya nadie lanzaba el sombrero al aire para celebrar una jugada de ingenio. ¿Por qué iba a ser el fútbol distinto de cualquier otra rama de la industria del espectáculo?


Durante estos últimos años, no obstante, he terminado por creer que Alan Durban tenía toda la razón del mundo. Su trabajo no consistía en dar diversión a los espectadores. Su trabajo era más bien mirar por los intereses de los hinchas del Stoke City, esto es, evitar las derrotas fuera de casa, mantener al equipo vivo en Primera División y ganar quizás unos cuantos partidos de Copa para aliviar las penas. Los hinchas del Stoke se habrían conformado con empatar a cero aquel partido, tal como los del Arsenal nos quedamos contentos con un empate sin goles en campo del Tottenham, del Liverpool o del Manchester United; en casa, en cambio, esperamos ganar más o menos a cualquiera, y nos da igual cómo lo consigamos.

El imperativo de los resultados a la fuerza implica que los hinchas y los periodistas vean los partidos de manera radicalmente distinta. En 1969, en Highbury vi jugar y marcar un gol a George Best con el Manchester United. La experiencia debería haber sido muy profunda, como ver bailar a Nijinsky u oír cantar a María Callas, y aunque a veces comente aquel partido en términos semejantes cuando hablo con aficionados más jóvenes, o con los que se perdieron la actuación de Best por la razón que fuese, esa versión tan cariñosa es esencialmente falsa: aquella tarde me pareció odiosa. Cada vez que recibía la pelota me daba verdadero pánico, y supongo que incluso deseé que se hubiese lesionado. Y cuando he visto jugar a Law y Charlton, a Hoddle y Ardiles, a Dalglish y Rush, a Hurst y Peters, me ha ocurrido eso mismo: no he gozado nunca con nada de lo que hayan hecho esos jugadores en Highbury (aunque en algunas ocasiones haya tenido que admirar a regañadientes jugadas que les han hecho a otros equipos). El libre directo de Gazza contra el Arsenal, en una semifinal de Copa disputada en Wembley, fue simplemente asombroso: uno de los goles más encillamente magistrales que he visto en la vida...si bien sigo deseando de todo corazón no haberlo visto: ojalá no lo hubiese marcado. A decir verdad, durante todo el mes que precedió el partido casi llegué a rezar para que Gascoigne no jugase, y así se subraya la especifidad del fútbol en el mundo del espectáculo: ¿Quién pagaría una entrada de las más caras para ir al teatro, con la esperanza de que la estrella estuviera indispuesta ese día?


A un espectador neutral tuvo que entusiasmarle el glorioso teatro organizado en aquel instante por Gascoigne, claro está. Pero había muy pocos espectadores neutrales en el estadio. Había hinchas del Arsenal, tan pasmados como yo mismo, y había hinchas del Tottenham, que fliparon tanto o mas con el segundo gol, un remate de Gary Lineker desde dos metros de la línea de gol, después de una melé en el área chica: más que flipar, se subieron por las paredes, porque con un 2-0 a los diez minutos de empezar el partido, el Arsenal estaba ya muerto y enterrado. ¿Dónde está, pues, la relación entre el hincha y el espectáculo, teniendo en cuenta que el hincha tiene una relación esencialmente problemática con alguno de los momentos estelares del juego?

Existe esa relación, qué duda cabe, aunque dista mucho de ser clara y directa. Por ejemplo, el Tottenham está en general considerado como un equipo que realiza un fútbol realmente bueno, mejor que el del Arsenal, pero no tiene tantos seguidores como el Arsenal; Para casi todos nosotros, el modo en que juegue nuestro equipo es algo que carece de relevancia. Muy pocos hemos elegido realmente nuestros clubs: nuestros clubs se nos han presentado sobre la marcha, y eso es todo. Cuando bajan de Segunda a Tercera División, cuando traspasan a sus mejores jugadores, cuando fichan a jugadores que no dan pie con bola, cuando rifan la pelota por enésima vez en dirección a un delantero centro que mide casi dos metros y medio pero que no la suele cazar nunca, nos limitamos a maldecir por lo bajo, nos marchamos a casa, nos pasamos dos semanas preocpados y cabizbajos, y volvemos el día que corresponda para volver a sufrirlo todo en nuestras carnes.

Por mi parte, yo soy primero hincha del Arsenal y, después, aficionado al fútbol (sí, una vez más debo decir que ya me sé todos los chistes). Nunca seré capaz de gozar con el gol de Gazza, y existe infinidad de momentos semejantes a ése. Conste que sé bien qué es el fútbol espectáculo: he disfrutado una barbaridad en las contadas ocasiones en que el Arsenal ha sabido jugar así. Cuando otros equipos que no están en competición directa con el Arsenal juegan con auténtico genio, con brío y calidad, también se apreciarlo y agradecerlo. Igual que todo el mundo, he lamentado durante mucho tiemo y en voz bien alta las deficiencias del fútbol que se practica en Inglaterra, la permanente fealdad del fútbol que caracteriza a nuestra selección nacional, pero la verdad es que, en el fondo, esto no es más que charla de pub, nada más. Quejarse de que el fútbol sea aburrido es como quejarse de que "El Rey Lear" tenga un final tan triste: es no haber entendido nada, y eso es lo que atinadamente apuntó Alan Durban, a saber, que el fútbol es un universo alternativo, tan serio y tan estresante como el trabajo, con las mismas preocupaciones, esperanzas y desilusiones, con las mismas alegrías ocasionales. Yo voy al fútbol por muchas y variadas razones, pero no voy buscando entretenimiento. Para el hincha convecido, el fútbol espectáculo existe al igual que existen esos árboles que se desploman en medio de la jungla: hay que presuponer que esas cosas ocurren, sólo que no está uno en condiciones de apreciarlas. Los periodistas deportivos y los amantes del sillón y el televisor, bien dotados del espíritu corintio, son los indios amazónicos: saben mucho más que nosotros, aunque, visto de otro modo, saben mucho menos..

Nick Hornby, "Fiebre en las Gradas" (Editorial Anagrama, 1992)



Es bien cierto que los grandes jugadores, cuando son rivales, molestan. Me cuesta presumir de que mi equipo haya jugado contra ellos...salvo que los haya ganado.

Me ha hecho pensar aquello de que no va al estadio buscando entretenimiento...Aunque supongo que lo dice sobre todo por contrastar con otros espectáculos. A todos nos entretiene, pero con las angustias que nos traemos en jornadas como esta ¿quién piensa en pasarlo bien y no en que nuestro equipo se salve?. Yo me entretengo con el Mundial, con la Champions, con los Madrid-Barça...Con el Pucela, sobre todo si estoy en el Estadio, es una suerte de tensión como la que nos cuenta el autor del texto. Su última frase me parece brillante, y refleja el distanciamiento de buena parte de la prensa deportiva de lo que pasa en los estadios ''cotidianos'' del fútbol profesional y la psicología de los aficionados de equipos no galácticos en cuanto tales.

¡Saludos!