Juancar, siempre he seguido de cerca lo que le pasaba a esta chica. Hace dos meses tropecé con un reportaje vomitivo en un programa de Tele 5 sobre su vida actual en "uno de los peores barrios de Málaga". A continuación, un interrogatorio a su primer marido, el hombre que la metió en la heroína. Los y las pseudoperiodistas fueron a saco, con el público siempre jaleoso, contra el tipo. El hombre nunca perdió la compostura ni entró a las acusaciones. Dijo que, en efecto, el fue el primero que le dio jaco a Amparo. Y luego pidió un ejercicio de comprensión a todos: eran finales de los 70, un momento en el que los cambios políticos y sociales en España más la desinformación y la mitificación de la heroína como símbolo de libertad hizo que esta droga alcanzara su apogeo. Había hasta respetables políticos enganchados. El no escondía su responsabilidad, pero hasta cierto punto no se consideraba culpable; el salió hace muchos años y además ayudó a Amparo a tratar de salir. Primeros aplausos del público y alguna empatía de algún pesudoperiodista; los demás a lo suyo, a presentar a este hombre como el culpable de todo el deterioro de Amparo, en su habitual lucha de buenos contra malos; los mismos medios de mierda que acusaron años antes públicamente a Amparo de seropositiva (falso) y de ejercer la prostitución. Ahora Amparo era una enferma terminal y había que cambiar el rol. Una puta vergüenza.
A lo que voy, el problema fue la droga y la incapacidad de salir de ella, más que las malas compañías, que a veces uno no sabe muy bien si son las que son, las que parecen ser o las que no lo parecen. Pasó y pasó y si alguien hizo daño a Amparo de verdad y de forma consciente fue la puta prensa rosa.