Nos vemos, Pibe
Aramayo se jubila y el Club le impondrá la insignia de oro del Real Valladolid por los servicios profesionales prestados a la entidad durante 34 años y su reconocida calidad humana.
José Antonio Aramayo es parte del escudo del Real Valladolid. Una leyenda viva blanquivioleta a quien le ha llegado la hora de jubilarse. El Pibe, como se le conoce cariñosamente, recibirá la insignia de oro de la entidad como testimonio de los servicios profesionales prestados a la entidad durante 34 años y por su reconocida calidad humana, valorada tanto dentro como fuera del Club.
El Real Valladolid acordará con el propio José Antonio Aramayo la fecha más idónea para celebrar el acto de entrega de la insignia de oro.
Aramayo jugó dos temporadas como portero en el primer equipo y desde 1979 es masajista en la entidad de Zorrilla. 34 años al servicio del Club en los que ha vivido la miel y la hiel del fútbol, en los que ha vivido y ha transmitido el Pucela, en los que lo ha dado todo por el Real Valladolid, en los que ha demostrado que tiene sangre blanquivioleta.
Siempre discreto, alejado de los focos en la medida de lo posible, el Pibe ha cuidado a los futbolistas para que llegaran al partido en las mejores condiciones posibles, tanto física como psicológicamente. Se lo merece. La afición seguro que sabe reconocer su valía, su trabajo, su pasión siempre al servicio del Pucela.
Un hombre íntegro
Porque para el Real Valladolid Aramayo ha sido, es, mucho más que un masajista. Es un padre, un abuelo, un confidente, un elemento vertebrador del vestuario. Alguien fundamental en la historia del Real Valladolid. Don José Antonio Aramayo se jubila, aunque seguirá muy cerca del equipo. Como siempre.
Charlar con el Pibe es recibir una clase magistral de fútbol y, sobre todo, de la vida. Cinco minutos son suficientes para aprender, aunque nadie es capaz de hablar con él solo cinco minutos. Te engancha. Si cree que mereces la pena enseñarte te habla. Te escucha. Y lo hace con una mirada plácida, de alguien que tiene la conciencia tranquila porque ha conseguido ganarse la vida con lo que le gusta y de una manera muy honrada. Dándolo todo por su gente. Y su gente es blanquivioleta.
Lo mismo da un masaje con sus manos prodigiosas que charla con un jugador que necesita cariño porque no está en su mejor momento. Ahora canta y crea música con lo primero que caiga en sus manos, después corta un jamón para que todos los integrantes del vestuario lo coman entre risas. Él no levanta la voz, solo observa. Satisfecho porque sabe que ayuda a que su Real Valladolid crezca día a día con gestos tan pequeños que, a la larga, son grandes.
Nacido en Ondarroa, de pequeño emigró a Argentina con sus padres. Regresó a España para realizar el servicio militar y comenzó a ganarse la vida con la música y con el fútbol, hasta que llegó a Valladolid para defender su portería. No imaginaba que aquí iba a quedarse para siempre. En 1979, ya retirado como futbolista profesional, volvió al Pucela como masajista y, desde entonces, ha sido protagonista en la sombra de todas las hazañas y los sinsabores del Real Valladolid.
Aramayo posa con el once que conquisto en Valladolid la Copa de la Liga de 1984
y Tomás Martín, quien fuera utillero del Club desde 1930 a 1978.Ascensos, la Copa de la Liga de 1984, descensos, victorias épicas, permanencias in extremis... Aramayo siempre ha estado ahí. Ahora quedará en un segundo plano, pero no dejará a sus chicos sin un consejo, sin una mano amiga. Volverá a Zorrilla de visita en el día a día y seguirá ayudando al Real Valladolid en lo que pueda.
Gracias por todo, pibe. Nos vemos en Zorrilla.
Departamento de Comunicación, Martes, 14 de Junio de 2011
Aramayo se jubila y el Club le impondrá la insignia de oro del Real Valladolid por los servicios profesionales prestados a la entidad durante 34 años y su reconocida calidad humana.
José Antonio Aramayo es parte del escudo del Real Valladolid. Una leyenda viva blanquivioleta a quien le ha llegado la hora de jubilarse. El Pibe, como se le conoce cariñosamente, recibirá la insignia de oro de la entidad como testimonio de los servicios profesionales prestados a la entidad durante 34 años y por su reconocida calidad humana, valorada tanto dentro como fuera del Club.
El Real Valladolid acordará con el propio José Antonio Aramayo la fecha más idónea para celebrar el acto de entrega de la insignia de oro.
Siempre discreto, alejado de los focos en la medida de lo posible, el Pibe ha cuidado a los futbolistas para que llegaran al partido en las mejores condiciones posibles, tanto física como psicológicamente. Se lo merece. La afición seguro que sabe reconocer su valía, su trabajo, su pasión siempre al servicio del Pucela.
Un hombre íntegro
Porque para el Real Valladolid Aramayo ha sido, es, mucho más que un masajista. Es un padre, un abuelo, un confidente, un elemento vertebrador del vestuario. Alguien fundamental en la historia del Real Valladolid. Don José Antonio Aramayo se jubila, aunque seguirá muy cerca del equipo. Como siempre.
Charlar con el Pibe es recibir una clase magistral de fútbol y, sobre todo, de la vida. Cinco minutos son suficientes para aprender, aunque nadie es capaz de hablar con él solo cinco minutos. Te engancha. Si cree que mereces la pena enseñarte te habla. Te escucha. Y lo hace con una mirada plácida, de alguien que tiene la conciencia tranquila porque ha conseguido ganarse la vida con lo que le gusta y de una manera muy honrada. Dándolo todo por su gente. Y su gente es blanquivioleta.
Lo mismo da un masaje con sus manos prodigiosas que charla con un jugador que necesita cariño porque no está en su mejor momento. Ahora canta y crea música con lo primero que caiga en sus manos, después corta un jamón para que todos los integrantes del vestuario lo coman entre risas. Él no levanta la voz, solo observa. Satisfecho porque sabe que ayuda a que su Real Valladolid crezca día a día con gestos tan pequeños que, a la larga, son grandes.
Nacido en Ondarroa, de pequeño emigró a Argentina con sus padres. Regresó a España para realizar el servicio militar y comenzó a ganarse la vida con la música y con el fútbol, hasta que llegó a Valladolid para defender su portería. No imaginaba que aquí iba a quedarse para siempre. En 1979, ya retirado como futbolista profesional, volvió al Pucela como masajista y, desde entonces, ha sido protagonista en la sombra de todas las hazañas y los sinsabores del Real Valladolid.
Aramayo posa con el once que conquisto en Valladolid la Copa de la Liga de 1984
y Tomás Martín, quien fuera utillero del Club desde 1930 a 1978.
Gracias por todo, pibe. Nos vemos en Zorrilla.
Departamento de Comunicación, Martes, 14 de Junio de 2011