Añado la crónica del marca de la época: muchas cosas han cambiado poquito en 60 años...
de nuevo me he copiado la transcripción, así que perdón por los posibles errores.
DIARIO MARCA, 19 DE OCTUBRE DE 1948.
PUNDONOR Y LO QUE HAY QUE TENER…-
Venció El Madrid por cuatro goles, a uno del Valladolid. Sin embargo, no hizo mejor juego el vencedor que el vencido. ¿Cómo se explica entonces el resultado? ¿Influyó el azar? No; sencillamente, el Madrid hizo un mayor y mejor esfuerzo físico, y puso en la lucha – en el segundo tiempo – un ardor y un arrojo difícilmente superables. Yo no he visto nunca jugar al Madrid con más alma, con más vergüenza, supliendo con decisión y valor temerario la falta de ajuste del conjunto y la poca precisión en el pase. Probablemente, fue un caso de reacción digna ante la “tormenta” que se avecinaba si el Valladolid salí vencedor del campo de la Castellana.
Había terminado el primer tiempo con la ventaja vallisoletana de un gol; y había ocurrido también que el Valladolid superaba al Madrid en juego y velocidad. En el descanso, la impresión que causara el equipo blanco a los 60.000 espectadores – ésta sería, aproximadamente, la cifra – no podía ser más pesimista.
Las ausencias de Muñoz y Molowny se estaban pagando caras. Soto y Marcet, sustitutos de aquéllos, no cuajaban, especialmente Marcet, esperado con expectación, y decepcionante con el solo hecho de su carrera lenta. No estaba preparado físicamente. Esa era, al menos, la impresión que producía. Y los hombres del Valladolid, rápidos y bien colocados, exactos en el marcaje y fáciles en el despliegue, desbordaban a todos los jugadores del Madrid, menos dos; Ipiña y Clemente, que eran el baluarte de la defensa protectora del marco que Bañón defendiera admirablemente en un par de ocasiones.
Pero Azcárate no actuaba con el acierto conveniente, y en una ausencia suya “clavó” el extremo vallisoletano el gol que sería la señal de alarma. Quedaba poco del primer tiempo, y en esos minutos apenas si hizo el Madrid otra cosa que empezar a perfilar el ataque. Keeping ordenó el primer cambio: Marcel a extremo y Arsuaga al interior. No dio tiempo a ver nada.
En el descanso debieron pensarse las cosas mejor, y en el segundo tiempo se hizo otra alineación de delantera: Marcet, Olmedo, Pahiño, Montalvo y Arsuaga. Y la línea mejoró mucho. Los cinco aceleraron el juego, se soltaron las amarras los interiores, Marcet empezó a demostrar que su adquisición no era la locura que parecía en el primer tiempo; Arsuaga se movía rápido y Pahiño recordaba, por primera vez en la temporada, el delantero centro que creó el Celta y fue llevado al equipo nacional.
El Valladolid se encogió un poco ante la decisión del Madrid. Quizá un poco cansados sus hombres de la velocidad de carrera del primer tiempo; lo cierto es que el Madrid cogió el ando de la pelota, y ya apenas si el Valladolid ligó más de dos avances buenos – obra de Vaquero, gran tirador - . Ese encogimiento tuvo su comprobación en el hecho de la alteración de líneas. Herrera dejó al ataque con cuatro hombres, para reforzar la línea media con un jugador más. Y cuanta más gente tuvo el Valladolid atrás, peor se desenvolvió.
El Madrid llegó a dominar y hasta arrollar, noblemente, con empuje en todas las zonas, desde la lejana de Clemente , extraordinario lanzador, con su toque al balón excepcional y maestro, hasta la inmediata de Pahiño y Olmedo, a la puerta de Rico, que trajo en consecuencia los goles primero y segundo, producto tan solo de atención al juego y velocidad, sobre todo el gol de Pahiño, adelantándose a la acción del portero. Luego marcaría Olmedo otro gol igual, el cuarto. Y antes, Arsuaga lograba el tercero de tiro raso, que un defensa desvió ligeramente hacia la puerta. Pero el giro del partido estuvo en los minutos 14 y 15 de este tiempo segundo, en cuyo interregno marcó el Madrid sus dos primeros goles, dando la vuelta al encuentro. El coraje había hecho el milagro de la resurrección…
Sinceramente, hay que reconocer el esfuerzo del Madrid y aplaudirlo. Pero con el aplauso que se da a lo benemérito, no con el reconocimiento a la técnica, que es el elogio que el Madrid necesita. Todavía, pese al 4-1, el mejor fútbol – si es que hubo algo bueno, que creo que no – lo hizo el Valladolid del primer tiempo. Entonces demostró el equipo saber moverse, y por ello, su progreso. La obra tiene que ser de Herrera, que ya dio un detalle de director de equipo con la colocación ordenada a los extremos en cuanto la pelota fue puesta en juego, avanzando por línea de internamiento hacia posiciones iguales en el borde del área contraria. Este y otros muchos detalles dicen bien de la mano del entrenador.
El Valladolid, pues, ha jugado un gran encuentro y acusado excelente impresión. Y lo único censurable,, la dureza de algunos elementos defensivos y la abundancia de empujones con las manos, de los que el señor Pérez Rodríguez castigó pocos. El público aplaudió y jaleó al Valladolid, y así hubo en el encuentro un clima igual, sano y entusiasta, que sería ideal deportivamente.
El Valladolid, tras su saludo cortés en formación al saltar al campo, se lo merecía. Como mereció el Madrid la victoria, porque supo buscarla y tuvo valor para vencer dificultades. Ahora bien: este once del Madrid dista bastante del que necesita para pulular por los primeros lugares de la clasificación. Azcárate, Soto y Marcet todavía no están en juego, quizá porque están sometidos a cambios de luegar, jugando en puestos a lso que no están adaptados. El Madrid – y esto lo dije el día del Atlético – podrá tener un buen equipo, pero hace falta paciencia para que la gente se “haga”. Y paciencia es justamente lo que nunca hubo en el Madrid, porque sus socios y partidarios no la tienen.
GILERA