Si cada vez todo está más claro, y con la llegada de Clemente se van a demostrar muchas cosas.
En verano, como dice Demorado, llegaron los deslumbramientos con la palabrería de Olabe y su libreta de medianías, retales con currículum de Guía Marca, pero en el fondo, futbolistas comprados "a peso".
Empieza la temporada y la plantilla que no está hecha para la horma futbolísitca de Mendilíbar.
Así pasa la temporada, con un equipo sin patrón de juego, porque el propio Mendilíbar se pierde en atajos para intentar llegar a hacer funcionar a la pléyade de peloteros de playa carioca que nos ha colado Olabe.
A todo esto, desde el club, se tiene a Olabe entre algodones. El ser superior que ilumina de sabiduría balompédica la Avenida del Mundial 82.
Se pierde 0-4 contra el Atleti, y se destapa la putrefacción de este equipo; con un vestuario mezcla de veteranos sobrepasados, de pasotas, de gente que piensa en futuros contratos lejos de Valladolid, de egocéntricos, y de grupillos. A partir de ahí, las rajadas de la perla balcánica en la Criolla, y las primeras alarmas sobre la indisciplina del vestuario con sus juergas nocturnas, pese a encajar un 0-4.
Se echa a Mendilíbar, y con Onésimo, se pretende jugar a tocar, para divertimento de los buitres de la ondas y de un amplio sector de la grada. Onésimo se pega el castañazo padre porque el equipo es una banda, aunque potenciado con la llegada de Del Horno, Sereno y Keko.
Llega Clemente, y vuelta a las andadas, vuelta al fútbol directo, porque se demuestra que es lo que hay, que no se puede jugar a nada con el batallón de medianías que nos ha traído Olabe.