Abro con vuestro permiso este post para compartir con todos una entrañable anécdota que vivimos el sábado en el estadio de El Arcángel los peñistas de Madrid que nos desplazamos a la ciudad de los califas a ver el partido. Y es que el Pucela, aunque en el campo no siempre sea alegrías lo que nos regala, fuera de él a veces nos obsequia con sorpresas y entrañables historias dignas de ser contadas.
Resulta que en el descanso del partido, de entre el gentío verdiblanco que ocupaba la tribuna, apareció un señor de unos 65-70 años ataviado con una vieja bufanda del Real Valladolid que, al reconocernos como segidores pucelanos, se acercó a departir con nosotros. Nos contó que él es natural de la localidad cordobesa de Lucena, nacido y criado allí, donde creí entender que era propietario de una explotación no sé si vitivinícola u olivarera.
Nos comentó que a los 13 años conoció a un médico de Íscar destinado por aquellas tierras que trató a su familia y que desde entonces, se hizo seguidor acérrimo del Real Valladolid, y que siempre que puede y jugamos por tierras andaluzas, se desplaza él solo a los partidos para presenciarlos en directo en el campo. Nos estuvo contando un montón de anécdotas, como que una bandera del Pucela preside un salón en su casa de campo, y que poco a poco había ido contagiando los amores hacia el Pucela a hijos y nietos. El hombre, que parecía ávido de compartir vivencias, opiniones (¿y consuelo?) con seguidores de su mismo equipo, se sabía alineaciones del equipo de los años 50 y 60, las cuales recitaba con enorme pasión.
La verdad es que su historia nos encantó a los allí desplazados: cómo un señor de cierta edad vivía su pasión por el Pucela en la más absoluta soledad pero con estoica fidelidad. Algunos de nosotros, nacidos y criados en Madrid pero seguidores enfermizos del Pucela desde que tenemos uso de razón, nos sentimos muy identificados con él. Afortunadamente las nuevas tecnologías y el trabajo desinteresado de varias personas, han hecho posible que aquí en Madrid, aunque la distancia con el estadio José Zorrilla siga siendo la misma, la sensación de soledad a la hora de vivir al Real Valladolid sea historia.
Saludos
Resulta que en el descanso del partido, de entre el gentío verdiblanco que ocupaba la tribuna, apareció un señor de unos 65-70 años ataviado con una vieja bufanda del Real Valladolid que, al reconocernos como segidores pucelanos, se acercó a departir con nosotros. Nos contó que él es natural de la localidad cordobesa de Lucena, nacido y criado allí, donde creí entender que era propietario de una explotación no sé si vitivinícola u olivarera.
Nos comentó que a los 13 años conoció a un médico de Íscar destinado por aquellas tierras que trató a su familia y que desde entonces, se hizo seguidor acérrimo del Real Valladolid, y que siempre que puede y jugamos por tierras andaluzas, se desplaza él solo a los partidos para presenciarlos en directo en el campo. Nos estuvo contando un montón de anécdotas, como que una bandera del Pucela preside un salón en su casa de campo, y que poco a poco había ido contagiando los amores hacia el Pucela a hijos y nietos. El hombre, que parecía ávido de compartir vivencias, opiniones (¿y consuelo?) con seguidores de su mismo equipo, se sabía alineaciones del equipo de los años 50 y 60, las cuales recitaba con enorme pasión.
La verdad es que su historia nos encantó a los allí desplazados: cómo un señor de cierta edad vivía su pasión por el Pucela en la más absoluta soledad pero con estoica fidelidad. Algunos de nosotros, nacidos y criados en Madrid pero seguidores enfermizos del Pucela desde que tenemos uso de razón, nos sentimos muy identificados con él. Afortunadamente las nuevas tecnologías y el trabajo desinteresado de varias personas, han hecho posible que aquí en Madrid, aunque la distancia con el estadio José Zorrilla siga siendo la misma, la sensación de soledad a la hora de vivir al Real Valladolid sea historia.
Saludos