«No guardo rencor, me gustaría volver a jugar en Valladolid algún día»
El jugador de Tudela de Duero reconoce que no actuó bien en su salida de Zorrilla
Se fue de Valladolid por la puerta de atrás en una situación que no acabó de entenderse muy bien. Ahora Miguel de la Fuente (Tudela de Duero, Valladolid, 1999) ha alcanzado una madurez que le permite admitir errores del pasado. «Antes me gustaba el salseo», admite con recelo. En su interior todavía habita el niño que creció con la «libertad» de un pueblo, al que regresa cada vez que libra para seguir ampliando su colección de camisetas de fútbol.
– ¿Cómo era Miguel con 7 años?
– Un chaval de pueblo. De estar todo el día en la calle, feliz, sin distracciones y con libertad.
– ¿Qué es ser de pueblo?
– No tener ataduras horarias. Estaba apuntado a fútbol, pero no tenía ninguna extraescolar más. Quedas mucho más con tus amigos, pasas muchas horas en la calle y forjas un carácter distinto, más independiente y desarrollado que en la ciudad. Mis padres tenían que venir a buscarme para llevarme a casa a cenar. Volvía del colegio, dejaba la mochila, comía y pasaba toda la tarde fuera.
– ¿A qué futbolistas admiraba?
– De pequeño sí veía fútbol y me encantaba Saviola y Ronaldo Nazário. Y luego ya, Benzemá.
– ¿Qué tal los estudios?
– Bueno (risas). Acabé la ESO, estaba en primero de bachillerato y en enero se fue un jugador del filial del Valladolid. Me ascendieron y entrenaban por las mañanas. Lo intenté por las tardes pero… nada. Me gustaría acabarlo de cara al futuro. No sé cómo me va a ir en el fútbol ni a lo que me voy a dedicar después, pero ahora no me planteo estudiar.
– ¿Quién le traspasó la afición por el fútbol?
– Mi abuelo por parte de mi madre, Bernardo. Siempre me puso un balón en los pies. Me llevaba a verle jugar pachangas con las peñas. Sigue vivo y es de los que más ha disfrutado del proceso. Estoy muy agradecido de que me haya podido acompañar.
– ¿Sus padres eran de los que iban a todos lados a verle?
– Vienen a todos los partidos si no es muy, muy lejos. De pequeños siempre me han llevado, me han esperado a que saliera de entrenar, todo. Mi padre es supercallado, no le gusta nada hacerse notar como ahora veo. Creo que ahora los padres se piensan que todos los niños tienen que llegar a ser futbolistas. Olvidan que es un juego y que con esa edad lo que tienen que hacer es disfrutar. No tienen que meterle esa presión y creo que para el chico no tiene que ser agradable ver a sus padres enfrascados en discusiones e insultando a todos. El ambiente que hay ahora en la base no es el adecuado.
– ¿Cómo procesó fichar por el Valladolid a los 13 años?
– Jugaba al fútbol sala y me llamó el padre mi mejor amigo. Me apunté con diez años a fútbol siete y ahí el Valladolid me llamó. No me cogieron, me dijeron que a casa. Y ahora mismo lo agradezco. Estuve dos años más en el pueblo, jugando con mis amigos, que es lo que más echo de menos. El día a día con ellos. Destaqué mucho en infantil y ahí sí me cogieron en el Valladolid. Fue una locura ver toda la infraestructura y recursos que tenían.
– Fue quemando etapas. Juvenil, internacional sub-19, debut en Primera, gran temporada en Segunda B. ¿En qué momento se sintió profesional?
– Cuando llego al Valladolid, no me imaginaba lo que iba a venir después. Solo lo disfrutaba. Pero una vez hice la primera pretemporada con el primer equipo, con Luis César Sampedro, metí goles pero no volví a subir todo el año. Y eso me picó a decir el año que viene que hacer la pretemporada y quedarme. Me vi muy cerca, pero en el filial jugué poco ese año. No tuve buena relación con el entrenador, Miguel Rivera. No hice todo lo correcto para jugar. Luego, el último año, quería estar en el primer equipo y así estaba estipulado desde el principio, pero me dejaron en el filial y fue mi mejor año, con 15 goles y un equipazo que hizo 'play-off'.
El cuerpo de Miguel de la Fuente parece un catálogo de ocio. Peaky Blinders, Gladiator, 50cent, póker, aves, personajes históricos...
– ¿Cuándo empezó con los tatuajes?
– Es curioso porque me lo hice todo en un año. Me fui de Valladolid sin tatuajes y en Madrid me hice la pierna, los brazos, el pecho y la espalda. Entrenaba dolorido con los tatuajes recién hechos, pero no me perdí ningún partido por ello. Siempre me han gustado, pero no me gustaba ningún tatuador de Valladolid. En Madrid, conocí a uno que me daba libertad para elegir el día y ahí empecé. Y luego ya, Brandon Thomas y Rober Ibañez me presentaron a su tatuador. Ahora es mi amigo, viene a mi casa, se queda una semana y vamos rematando cosas.
– ¿Cómo elige todo?
– Significado solo tienen estos del antebrazo izquierdo, que quería cosas de familia. Aquí está mi abuelo y este es mi padre, con mi coche y su camión. Esto fue porque iba de Valladolid a Madrid el día antes de tatuarme y me lo crucé en la carretera. Giré como pude, nos metimos en un área de servicio e hice la foto. Estos son los más significativos. Luego fechas de mi hermana, padres, mi perro Scar, el malo del Rey León,…
El cuerpo de Miguel de la Fuente parece un catálogo de ocio. Peaky Blinders, Gladiator, 50cent, póker, aves, personajes históricos...
– ¿Cuándo empezó con los tatuajes?
– Es curioso porque me lo hice todo en un año. Me fui de Valladolid sin tatuajes y en Madrid me hice la pierna, los brazos, el pecho y la espalda. Entrenaba dolorido con los tatuajes recién hechos, pero no me perdí ningún partido por ello. Siempre me han gustado, pero no me gustaba ningún tatuador de Valladolid. En Madrid, conocí a uno que me daba libertad para elegir el día y ahí empecé. Y luego ya, Brandon Thomas y Rober Ibañez me presentaron a su tatuador. Ahora es mi amigo, viene a mi casa, se queda una semana y vamos rematando cosas.
– Sale mal del Real Valladolid. Acaban en los juzgados.
– Yo tenía una cosa hablada que no cumplieron. En el proceso de renovación, quería quedarme allí, porque lo considero mi casa. Me daba igual el tema económico, nunca ha sido importante para mí. Pero salió el conflicto y la afición me dio la espalda. Creo que yo tampoco actué bien. En ese momento me gustaba el salseo y me tenía que haber quedado callado. Pero no tengo rencor y me gustaría volver a jugar allí algún día.
– Se le ve muy autocrítico.
– Sí. Fue difícil esa etapa porque todo el mundo me insultaba en las redes sociales. Gente que conozco de toda la vida del pueblo, entrabas a Twitter y veías que me insultaban. Luego me los cruzaba en la calle y me saludaban de buenas. Era joven, no lo entendía y entré al trapo varias veces. Ahora lo veo y pienso que no tenía que hacerlo. Salir de casa me ha hecho verlo de otra forma.
– Viven en esa burbuja futbolística en la que el resto solo puede entrar por las redes sociales.
– A mí me da igual lo que me pongan. Pero sí me fijo y estoy pendiente pero me da igual.
– ¿Entonces por qué lo mira?
– No sé, es un impulso. Me gusta verlo, pero no me afecta. Va en el sueldo. Tengo claro a lo que me dedico, que estoy expuesto a miles de personas, pero soy fuerte, sé que los goles son rachas y que la gente cambia mucho de opinión. Lo importante es tener autoestima y no dejarte influenciar y que la gente te hunda. Eso sí, la burbuja futbolística no me gusta. Prefería tener más libertad pero... ahora mismo tiene que ser así.
– No marca desde el 1 de noviembre. ¿Eso es una losa?
– Si lo pienso, sí. Me gustaría marcar más. Hay partidos que no te llegan pero en otros he tenido ocasiones y no las he aprovechado. Eso es lo que realmente me pica.
– Todos los futbolistas tienen un gol guardado en el corazón. ¿Cuál es el suyo?
– El del año pasado al Espanyol, mi primer gol en Primera. Mis padres guardan muy bien esa camiseta. Tengo muchas en Valladolid. De todos los equipos de Primera. Más de 100. La más especial, la de Benzemá.
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