Un artículo pro-israelí en El País, del filósofo judío André Glucksmann muy ilustrativo y las respuestas de dos lectores que lo rebaten inteligentemente:
TRIBUNA: ANDRÉ GLUCKSMANN
¿Qué significa "desproporcionada"?
ANDRÉ GLUCKSMANN 06/01/2009
Ante un conflicto, la opinión se divide entre los incondicionales, que ya han decidido quién tiene y quién no tiene razón, y los circunspectos, que consideran ésta o aquella acción como oportuna o inoportuna en función de las circunstancias, sin perjuicio de mantener cierta reserva hasta estar más informados.
El enfrentamiento en Gaza, por sangriento y terrible que sea, deja asomar, sin embargo, una luz de esperanza que las imágenes dramáticas muchas veces ocultan. Por primera vez en el conflicto de Oriente Próximo, el fanatismo de los incondicionales parece minoritario. El debate entre los israelíes (¿es el momento?, ¿hasta dónde?, ¿hasta cuándo?) se desarrolla como es habitual en una democracia. Lo sorprendente es que hay un debate similar a micrófono abierto entre los palestinos y sus partidarios, hasta el punto de que, incluso después de que comenzaran las operaciones israelíes de castigo, Mahmud Abbas, jefe de la Autoridad Palestina, tuvo el valor de achacar a Hamás la responsabilidad inicial del sufrimiento de la población civil en Gaza, por haber roto la tregua.
Por desgracia, las reacciones de la opinión pública mundial -medios de comunicación, diplomáticos, autoridades morales y políticas- parecen ir con retraso respecto a la evolución de los directamente afectados.
Es obligatorio destacar la palabra que triunfa y cimienta un tercer tipo de incondicionalidad, que condena urbi et orbi la actuación de Jerusalén por considerarla "desproporcionada". A las imágenes de Gaza bajo las bombas se añade, por consenso universal e inmediato, el subtítulo de que Israel actúa de manera desproporcionada. A veces, los reportajes y comentarios añaden palabras como "matanzas" y "guerra total". Afortunadamente, hasta ahora se ha evitado el vocablo "genocidio". ¿Será tal vez que el recuerdo del "genocidio de Yenín" (60 muertos), repetido machaconamente y después olvidado, paraliza el exceso de excesos? No obstante, la avalancha de opiniones se rige por la condena incondicional, a priori, de la desmesura judía.
Consultemos el primer diccionario a mano: desproporcionado es lo que está fuera de proporción, bien porque la proporción no existe, bien porque se ha roto, se ha transgredido. Esta segunda acepción es la que se utiliza para fustigar las represalias israelíes, que se consideran excesivas, incongruentes, discordantes, que superan los límites y las normas. El sobrentendido es quizá que existe un estado normal en el conflicto entre Israel y Hamás y que el belicismo de Tsahal (el Ejército israelí) lo desequilibra, como si el conflicto no fuera -como todo conflicto serio- desproporcionado desde su propio origen.
¿Cuál es la proporción justa que hay que respetar para que Israel cuente con unas opiniones favorables? ¿Que el Ejército israelí no utilice su superioridad técnica y se limite a emplear las mismas armas que Hamás, es decir, la guerra de los imprecisos misiles Grad, las piedras, la estrategia de los atentados suicidas a discreción, las bombas humanas y la selección deliberada de las poblaciones civiles como objetivos? O, mejor aún, ¿convendría que Israel espere pacientemente a que Hamás, gracias a Irán y Siria, "equilibre" su potencia de fuego?
A no ser que se trate de equilibrar no sólo los medios militares, sino los fines que se persiguen. Ya que Hamás -en contra de la Autoridad Palestina- se obstina en no reconocer el derecho de existir del Estado judío y sueña con la aniquilación de sus ciudadanos, ¿querríamos que Israel imite ese radicalismo y proceda a una gigantesca limpieza étnica? ¿De verdad queremos que Israel refleje "de forma proporcional" los deseos exterminadores de Hamás?
Cuando ahondamos en los sobrentendidos del reproche biempensante sobre la "reacción desproporcionada", descubrimos que Pascal tiene razón y que "quien quiere pasar por ángel, se vuelve una bestia". Todos los conflictos, ya estén latentes o en ebullición, son por naturaleza "desproporcionados". Si los adversarios llegaran a un acuerdo sobre el uso de sus medios y los fines que reivindican, dejarían de ser adversarios. Donde hay un conflicto, hay una falta de entendimiento, por lo que cada bando se esfuerza en utilizar sus ventajas y explotar las debilidades del contrario. Tsahal no renuncia a ello y "se aprovecha" de su superioridad técnica para escoger sus objetivos. Y Hamás tampoco, porque utiliza a la población de Gaza como escudos humanos sin tener en cuenta los escrúpulos morales ni las obligaciones diplomáticas de su adversario.
Para trabajar a favor de la paz en Oriente Próximo, es necesario huir de las tentaciones de la incondicionalidad, que persiguen no sólo a los fanáticos dispuestos a todo, sino también a las almas angélicas que sueñan con una sacrosanta "proporción" que equilibre de manera providencial los conflictos asesinos.
En Oriente Próximo, no se lucha sólo para hacer respetar unas reglas del juego, sino para establecerlas. Está bien debatir libremente sobre la oportunidad de ésta o aquella iniciativa militar o diplomática, pero sin considerar que el problema está resuelto de antemano por la mano invisible de la buena conciencia mundial. Querer sobrevivir no es desproporcionado.
André Glucksmann es filósofo francés. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/significa/desproporcionada/elpepiopi/20090106elpepiopi_5/Tes
Respuestas a Glucksmann
ROBERTO MENDÈS - Madrid - 09/01/2009
El artículo de André Glucksmann ¿Qué significa 'desproporcionada'?, publicado en EL PAÍS el 6 de enero, defiende la necesidad de evitar "las tentaciones de la incondicionalidad" ante el conflicto de Gaza, en la que caen aquellos "que ya han decidido quién tiene y quién no tiene razón", para, a continuación, realizar una defensa sin matices de la intervención israelí contra la población palestina. Me sorprende que su condición de filósofo no le permita comprender que él mismo pertenece a ese bando de los incondicionales: basta con haber leído sus últimas apologías de la política internacional de Bush, por ejemplo, para predecir su postura ante esta crisis.
Todo el artículo enfoca el problema como si se tratara de un conflicto simétrico entre dos bandos, cada uno de los cuales utiliza los medios de que dispone para atacar al otro. Olvida que la "desproporción" no consiste sólo en los medios militares que se emplean, sino ante todo en la relación entre un país que cuenta con el apoyo político, económico y militar de una gran potencia contra un grupo de soldados artesanos que llevan decenios expulsados de su propia tierra y sometidos a condiciones de vida infrahumanas por sus conquistadores.
¿Habrá que recordar que esto no implica aceptar los métodos terroristas de ninguno de los bandos, aunque sólo hayan sido condenados por la comunidad internacional los que utiliza Hamás? Quizá ésta sea la única "proporcionalidad" en este conflicto: la utilización del terrorismo, aunque el de Israel se cobre muchas más víctimas.
- Augusto Klappenbach Minotti. Pinto, Madrid.
No deben creer los que hayan leído el artículo de Opinión de André Glucksmann titulado ¿Qué significa 'desproporcionada'? que la desproporción en el uso de la fuerza, como concepto, no existe. Es un concepto de derecho y se refiere al uso de la fuerza por los agentes estatales que no se corresponde con el riesgo o la amenaza a la que responde, que no está amparada por la ley y que es contraria a los principios de dignidad humana. Nadie debe ignorarlo, especialmente los que tienen responsabilidades como informadores o como estadistas.
Es un problema muy viejo. Tan viejo como las guerras. Y tan vieja como todo esto es la argumentación de semejante artículo: siempre surgen halcones oportunistas que nos quieren hacer creer que cualquier violencia está justificada. Y no es verdad. La violencia, como medio de defensa, tiene sus reglas, y entre ellas está la del uso proporcionado de la fuerza disponible, la de la reacción mesurada a la provocación y la del uso de la fuerza necesaria para restablecer el orden legítimo. Y nada de eso está cumpliendo el Estado de Israel.
Una respuesta desproporcionada es la que no respeta los derechos humanos, una respuesta desproporcionada es la que considera culpables a los cientos de miles de personas que viven en Gaza de la acción violenta de unos cuantos, una respuesta desproporcionada es la que hace pagar con su vida a los inocentes y una respuesta desproporcionada es la que se defiende en el artículo mencionado.
Al igual que Hamás no está legitimado para lanzar cohetes sobre los civiles israelíes, el Estado de Israel no está legitimado para matar indiscriminadamente a más de cien personas al día con el fin de evitarlo. Cualquier intento de justificar semejante barbarie es ponerse del lado de los que violan los derechos humanos y abogar por un mundo más salvaje, en el que el más fuerte esté autorizado a realizar las mayores barbaridades. Matar civiles, bombardear escuelas y dejar morir por falta de medios sanitarios a niños y civiles inocentes no sólo es una respuesta desproporcionada al ataque de Hamás, sino que es una venganza ilícita, inhumana y despiadada a la agresión sufrida por los israelíes.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Respuestas/Glucksmann/elpepiopi/20090109elpepiopi_8/Tes