Anoche fallecía Mario Benedetti en su casa en Uruguay. Un gigante con 88 años, imprescindible en la literatura contemporánea de habla hispana.
Allá donde esté: Gracias.
Curiosamente, actualmente uno de sus libros ocupaba mi mesita de noche: Vivir adrede.
Os dejo El mundo pasa, uno de los relatos y reflexiones que componen su libro VIVIR ADREDE:
Desde mi sólida banqueta , o sea desde mi trono de pelagatos, veo desfilar el tiempo y sus minucias, los torbellinos del desorden, las fragatas que en el puerto se mecen impasibles, los murciélagos que inmóviles vigilan, las golondrinas que regresan cargadas de experiencia.
También manos que ahora son casi garras, bocas seductoras que reclaman besos, pieles que se convierten en pellejos, ojos que aman cuando miran, colinas de allá lejos que se acercan, arroyos que se vuleven ríos, ríos que se vuelven mares.
Desde mi sólida banqueta , desde mi trono de pelagatos, veo cielos que se aclaran y oscurecen, viejecitas que no hace mucho eran muchachas, desalientos que fueron esperanzas. Pero también futuros quese abren y nos llaman, con promesas que quién sabe y no obstante admitimos.
El mundo pasa sin interrupciones, con paisajes que llenan el contorno, alarmas con abismos, glorias inaccesibles, perdones que no pedimos y alborotos en la conciencia cerrada con candado.
Hasta que una noche inesperada los párpados sucumben y ya no se levantan.
Allá donde esté: Gracias.
Curiosamente, actualmente uno de sus libros ocupaba mi mesita de noche: Vivir adrede.
Os dejo El mundo pasa, uno de los relatos y reflexiones que componen su libro VIVIR ADREDE:
Desde mi sólida banqueta , o sea desde mi trono de pelagatos, veo desfilar el tiempo y sus minucias, los torbellinos del desorden, las fragatas que en el puerto se mecen impasibles, los murciélagos que inmóviles vigilan, las golondrinas que regresan cargadas de experiencia.
También manos que ahora son casi garras, bocas seductoras que reclaman besos, pieles que se convierten en pellejos, ojos que aman cuando miran, colinas de allá lejos que se acercan, arroyos que se vuleven ríos, ríos que se vuelven mares.
Desde mi sólida banqueta , desde mi trono de pelagatos, veo cielos que se aclaran y oscurecen, viejecitas que no hace mucho eran muchachas, desalientos que fueron esperanzas. Pero también futuros quese abren y nos llaman, con promesas que quién sabe y no obstante admitimos.
El mundo pasa sin interrupciones, con paisajes que llenan el contorno, alarmas con abismos, glorias inaccesibles, perdones que no pedimos y alborotos en la conciencia cerrada con candado.
Hasta que una noche inesperada los párpados sucumben y ya no se levantan.