Lo que el cuerpo diga
Mayte Martínez, bronce en los 800m de Osaka, aspira a repetir metal pese a una fascitis
Juan Carlos Granado, el entrenador de Mayte Martínez, es un científico del atletismo que llenaba hojas y hojas con planes, cálculos y ecuaciones. Hoy volumen, mañana pesas, pasado series, al día siguiente resistencia. Más músculo, más potencia, más velocidad... Y así. Hasta que un día cogió todos los papeles y los tiró a la papelera. "No me valían para nada", dice. "Mayte es una mujer excepcional en todo. Tiene un cuerpo para donar a la ciencia. Subimos a Navacerrada con un grupo: a todos les mejora la sangre, menos a ella; y lo mismo con la cámara hipobárica, que tan bien les va a otros. El funcionamiento de su organismo es un misterio. Así que hemos llegado a la conclusión de que lo único importante es estar saludable; es mejor incluso que el entrenamiento aeróbico".
Juan Carlos Granado, el marido de Mayte Martínez, había descubierto que más importante que la planificación y los ciclos era escuchar a su cuerpo. "Y lo hacemos todo por intuición", dice. "Hay que adaptarse a su cuerpo, a las señales que emite. No necesito una tira reactiva en la orina para saber cómo está: su respiración, su forma de andar, de marchar, lo dicen todo. Como cuentan sus psicólogas, su cuerpo es muy expresivo. Y su metabolismo oscila mucho. Pero yo, nada más levantarnos, nada más mirarla a los ojos, ya sé con qué estado de ánimo está. Y a eso adaptamos el entrenamiento de la jornada. No se puede luchar contra su cuerpo".
Su cuerpo, el cuerpo de la campeona de Valladolid -medalla de bronce en el último Mundial, en 800 metros, aspirante a medalla en los Juegos de Pekín-, tiene casi 32 años, mide 168 centímetros y pesa, ahora, en invierno, 58 kilos (en verano, en plena competición, baja a 55, y a tope, a tope, como en la final del Mundial de Osaka, se pone en 54,800).
El cuerpo de una atleta que no encuentra mayor dificultad para correr los 800 metros en dos minutos, que enseguida logra la puesta a punto, es capaz de mantener la forma compitiendo, entrenando poco, corriendo mucho, hasta el final de la temporada, pero a la que cuesta bajar a 1m 58s, a 1m 57s. Este verano en la final de Osaka, logró por primera vez, a los 31 años, tras ocho ininterrumpidos como la mejor española en la distancia, bajar de 1m 58s. "Para ello, para esas marcas, necesito continuidad", dice. "Y sólo el año pasado la tuve. De todas formas, creo que valgo menos tiempo que el 1m 57,62s que marqué en la final. Por lo menos medio segundo menos".
Su cuerpo, el cuerpo excepcional de Mayte Martínez, la mejor atleta de España junto a Marta Domínguez, es un organismo que no para quieto. Cuando no se entrena se monta en el Mini y salta de compromiso en compromiso, estrés agotador hasta los días más calmos. Pero nunca, en ningún minuto, se olvida de Pekín. "Yo necesito un objetivo", dice. "Tengo que ponérmelo porque es donde se me va a valorar. Y para mí eso es importante. Y ahora, claro, pienso en una medalla. Y si llego con salud y sin haberme lesionado antes, tendré mucho ganado para pelear por ella. No hablo del oro, que puede parecer imposible. Soy más realista que optimista y, aunque parezca poco ambiciosa, que no lo soy para nada, un bronce estaría muy bien".
El camino a Pekín comienza justo a la puerta de su casa, en el Pinar de Antequera, a las afueras de Pucela. Mayte recorre en círculo siete kilómetros pasando por un canal, por un calvero donde camiones del Ejército depositan a soldados que se ejercitan en corros. "Éste es mi circuito", dice la atleta. "Aquí hago las sesiones de fondo. Las series, los miles encadenados con liebre, los 300 que me dejan muerta, los hago en las pistas, si el frío me lo permite".
Estos días de enero, el frío de las nieblas perpetuas, y no sólo eso, también una molesta lesión, una fascitis en un pie, la han llevado a hacer un par de mini concentraciones en Madrid, donde ha encontrado los servicios médicos de la federación, una infiltración y los masajes de Bodoque. El plan, porque, claro, hay un plan general, es, si la fascitis lo permite, competir en marzo en los Mundiales en pista cubierta de Valencia y después seguir entrenando, cuatro-cinco meses hasta julio. "Como el año pasado", dice Granado. Como el año pasado, el año en que sus últimos 100 metros en la final, el eslalon increíble que la llevó al bronce, la convirtieron en una estrella, a ella que ya antes había sido doble subcampeona de Europa, al aire libre en Múnich y en pista cubierta en Madrid.
E, igual que hay un plan, hay un equipo de trabajo alrededor de Mayte. Hay un médico deportivo, el del Valladolid de fútbol, un fisio, un podólogo y hasta tres psicólogas. "Para competir no necesito psicólogo, con el disparo se me olvidan todas las dudas y la falta de confianza, pero sí que lo necesito para dormir, porque me domina la ansiedad", dice. "Y he trabajado con las psicólogas de la federación. En Osaka, con Julieta Paris, que experimentaba hipnosis conmigo, me fue fenomenal. Y también me fue muy bien en 2005 con Toñi Martos, más tradicional. Y en Valladolid tengo a Thais, que más que de la Mayte atleta piensa en la Mayte persona, en mi falta de autoconfianza, porque yo siempre me he infravalorado. Fue Thais la que me sorprendió cuando me dijo que me daba miedo ser campeona del mundo porque no podía asumir esa responsabilidad. Y quizás tenga razón. Y para comprobarlo, tendré que serlo alguna vez. O campeona olímpica...".
http://www.elpais.com/articulo/deportes/cuerpo/diga/elpepudep/20080127elpepidep_8/Tes