Revulsivo Neira
Prever el impacto y la adaptación de un futbolista que aterrice en Europa proveniente de la liga argentina se ha convertido en algo meramente imposible. El fútbol del país albiceleste atraviesa el peor momento de toda su historia, jugadores muy veteranos que únicamente siguen en activo por la incapacidad de generar nuevos talentos que permanezcan en Argentina, directivas corruptas o las famosas 'Barras bravas', aficiones corrompidas y orquestadas por mafias que hace tiempo que molestan más de lo que alientan a sus clubes.
El producto con denominación de origen sigue siendo el futbolista canchero, sólo que ahora abusan de un gesto técnico estéril, de los que crispa a las gradas europeas, el regate a su sombra. Jugadores sin rigor táctico y con poca garra, que se perderían entre los bosques de piernas de cualquier liga europea. Así recalaba Juan Ángel Neira (Buenos Aires, 1989) en el Real Valladolid.
Mediapunta de tren inferior potente y regate seco, Neira se diluyó tras tacones en zonas de peligro y gestos de cara a la galería que únicamente conllevaban pérdidas. Los argentinos nunca habían encajado muy bien en el frío de Valladolid y el bonaerense parecía sumarse a una larga lista tras caer en el ostracismo con Miroslav Djukic. Parecía. Hasta el minuto 67 del Real Valladolid - Real Sociedad, concretamente.
En ese momento el técnico serbio retira del terreno de juego a un Álvaro Rubio apercibido para dar entrada como acompañante de Víctor Pérez a Neira. Un cambio discutido a priori teniendo en cuenta el poco rigor táctico y la cuestionable colocación de un jugador que pocas veces ha formado en el doble pivote. Nada más lejos de la realidad.
La entrada de Neira convirtió al centro del campo del Real Valladolid en un equipo de fútbol sala en el que nadie tenía posición fija. En fútbol sala los jugadores están en constante movimiento, el cierre pasa a un ala, el ala a pívot, el pívot a ala y el ala restante ocupa la posición del cierre y así una y otra vez hasta que encuentran el hueco. En eso se convirtió el rombo Óscar - Bueno - Ebert - Neira con un Víctor Pérez más estático que guardaba la ropa por si alguno de los cuatro se mojaba. Ese cambio de Djukic produjo una reactivación en una zona de mediapuntas que se había venido abajo con el paso de los minutos a la vez que impidió que los zagueros y mediocentros de la Real les fijasen. Aquello conllevó una mayor libertad y más espacios para cargar frente a frente contra una defensa que debía reorganizarse y sumar efectivos atrás para no desmoronarse. Y por eso el Real Valladolid terminó empujando a la Real hacia su área, y por eso Djukic finalmente terminó empatando la partida con el rácano y conformista Montanier. Y por eso Neira dejó de ser el Neira al que nos tenía acostumbrados para convertirse en Neira, el revulsivo.
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