El Wallaby, especie en peligro
Ahora mismo Australia ya no es un equipo, es una fatalidad, un aforismo pesimista en movimiento: todo lo que pueda salirle mal, le saldrá peor. El equipo de Robbie Deans se parece un poco a los muchachos del vuelo maldito de la película Destino Final: la mayoría caen en un accidente de aviación; y a los que quedan vivos los persigue la muerte hasta el cuarto de baño si hace falta: a uno lo mata el exprimidor de zumo en connivencia con el cable de la luz y una lámpara; a otro lo abrasa la tostadora, que se las arregla para meterse en la ducha y electrocutarlo; a otro lo parte un rayo inteligente como un torpedo y no falta ese al que un ventilador enloquecido le trincha el cuello después de que el perro lo ponga en marcha cuando movía el rabo pidiendo una salchicha. No ocurre exactamente así, pero es algo parecido. Lo de Australia tiene algo de maquiavélica persecución: esta vez cayeron Adam Ashley-Cooper, Berrick Barnes y Tatafu Polota Nau. El partido en Pretoria acabó con Australia jugando con sólo dos primeras líneas, melés pactadas, cinco ensayos encajados, un triple Brian Habana y el severo 31-8 a favor de los Springboks, que jugaron un estupendo encuentro, al que la progresiva debilidad del rival no le ahorra ningún mérito.
A estas horas, el wallaby es una especie en peligro de extinción. Ponerse la camiseta significa un serio peligro para la integridad física. Todavía más en territorio sudafricano, donde Heyneke Meyer logró por fin que su equipo se pareciera a un acorazado dispuesto para aplanar rivales con su exhuberancia física, pero mezclado con el talento, un rugby más veloz, creatividad y variaciones con la pelota en la mano. No fue sólo Johan Goosen, aunque es obvio que el estilo de un apertura define a menudo un modelo de juego. Fue también la memoria recobrada de Habana, un finalizador implacable, fulgurante. Las apariciones de Kirchner. La brutal inteligencia de De Villiers o la solidez de otro joven recién llegado, Jaco Taute, como segundo centro. Y, por supuesto, el altísimo ratio de trabajo de gente como Strauss (soberbio talonador en el juego abierto), Du Plessis, Louw en la tercera y la imperial pareja de segundas: Andries Bekker, intratable y dominador, y el osado Eben Etzebeh, uno de esos tipos que le ponen el pecho a cualquier bala.
Sudáfrica batió el tambor todo el partido a un ritmo al que los australianos hoy por hoy no pueden bailar. Viendo la determinación Bokke, era cuestión de tiempo (no demasiado) que los Wallabies descarrilaran en Pretoria. Desde los primeros agrupamientos vimos a Pienaar reciclar balones con una ligereza muy superior a la acostumbrada; y patear a la caja en ocasiones bien elegidas, no como norma; lo mismo hizo Goosen, sobremotivado en la emocionante escucha del himno, al que asistió con el rostro arrasado en lágrimas. La hiperventilación emocional, es una conjetura, lo llevó a patear dos golpes fuera en el primer tramo del partido, pero ese episodio (Meyer enseguida lo relevó en la pelota parada por Pienaar) no afectó los muchos valores de su partido. Sus decisiones con el oval en la mano tuvieron mucho peso en el juego. Las pelotas que Pienaar reutilizaba con velocidad, las gestionaba Goosen con un criterio muy fino: sus pases enriquecen el juego porque suben el ritmo y permiten carreras ventajosas a los demás. Los ejecuta, hacia los dos lados, con enorme calidad. Tiene paso lateral para escapar en el uno contra uno. Y, cuando cuelga la pelota en el aire, el golpeo sale limpio, muy exacto para comprometer a los defensas, que es lo que se busca.
Ahora, Sudáfrica jugó su mejor partido por Goosen, pero también porque casi todo el mundo anduvo a un nivel altísimo. Abrio el marcador Kirchner al sumarse en el fondo a un ataque tras buenas fases de trabajo de los grandes. Cuando se habla de reciclajes rápidos se habla, implícitamente, de un buen trabajo de los delanteros, que son los que, chocan, empujan, rascan, escarban y limpian. Lo dice aquella frase tan precisa del francés Pierre Danos: "El rugby se divide entre los que tocan el piano y los que empujan el piano". Kirchner, decíamos, finalizó el primer ensayo; un amago con escapada de Pienaar a la salida de un ruck, desbordando con su imprevisto juego de pies a dos rivales, permitió la tormentosa entrada en diagonal de Habana para el segundo; Louw firmó el tercero al surgir de la cola de un maul sudafricano en la 22 rival; Habana escapó dos veces más para apuntarse los otros: en uno giraron los papeles y el ala sacó rápido una touche para el talonador Strauss, que salió a la carrera como un camión de alto tonelaje en plena aceleración, devolvió la pelota a Habana y el 14 se fue bajo los palos; antes, una ruptura monumental del impresionante Louw (amagando pases a una mano, con un gesto apabullante de suficiencia) acabó en otra marca de Habana...
Sin opción para la réplica, Australia hizo lo que pudo, que no fue gran cosa. Su inferioridad resultó tan notoria que el partido sólo ofreció un motivo para la duda: saber hasta qué punto llegaría la demolición. Si el choque no fue insustancial se debe a la dignidad presupuesta a cualquier equipo de rugby, y más a uno de la planta noble como el australiano, y a la estatura del juego de los Springboks. Sinceramente, dio gusto verlos. Es de suponer que a Meyer también le habrá agradado, aunque los entrenadores son gente que acostumbra a alimentar ideas alternativas acerca de la realidad que todos vemos. En fin, que Australia se llevó un buen puñetazo entre los ojos y Sudáfrica salió reforzada en la idea de que hay otra vía que poner la pelota a volar, jugadores para ejecutarla y entusiasmo físico para defenderla. Ratificó que el futuro se anuncia brillante si alimenta esas virtudes. Enfrente, un equipo arrasado en el que Kurtley Beale y algún otro trataron de mantenerse en pie: el ayer apertura anotó un golpe e inspiró el ensayo del suplente Harris, en una acción individual en la que desairó a Hougaard con un cimbreo de la cintura antes de la descarga decisiva. Fueron hechos aislados en una derrota anunciada de principio a fin del partido. El parte de sucesos engordó conforme avanzaba el choque. Adam Ashley-Cooper salió del campo con los pies por delante, derramado sobre una camilla, conmocionado después tras intentar placar a Zane Kirchner sobre la misma línea de ensayo (a Goosen y el zaguero, por cierto, se les desautorizaron un par de marcas); Berrick Barnes también dejó el encuentro por otra rotunda contusión en el pecho; y Polota Nau se marchó antes de hora, con el hombro hecho papilla. Como Deans ya había hecho los siete cambios y no había más hombres pesados disponibles, Australia acabó hecha un cristo, con dos primeras líneas en la melé e introducciones pactadas, sin disputa. Un resumen exacto para dibujar a un equipo arrasado. Y aún les queda un último episodio de guerra en Mendoza, ante Argentina, que aguarda ávida de su primera victoria. Veremos en qué estado llegan allá los Wallabies. Ayer, efectivamente, en Pretoria los aplastó un piano.
31 Sudáfrica: 15 Zane Kirchner, 14 Bryan Habana, 13 Jaco Taute, 12 Jean de Villiers (captain), 11 Francois Hougaard, 10 Johan Goosen, 9 Ruan Pienaar, 8 Duane Vermeulen, 7 Willem Alberts, 6 Francois Louw, 5 Andries Bekker, 4 Eben Etzebeth, 3 Jannie du Plessis, 2 Adriaan Strauss, 1 Tendai Mtawarira.
Sustitutos: 16 Tiaan Liebenberg, 17 Pat Cilliers, 18 Flip van der Merwe, 19 Marcell Coetzee, 20 Elton Jantjies, 21 Juan de Jongh, 22 Pat Lambie.
Ensayos: Kirchner, Habana 3, Louw
Conversiones: Pienaar 3
8 Australia: 15 Berrick Barnes, 14 Dominic Shipperley, 13 Adam Ashley-Cooper, 12 Pat McCabe, 11 Digby Ioane, 10 Kurtley Beale, 9 Nick Phipps, 8 Radike Samo, 7 Michael Hooper, 6 Dave Dennis, 5 Nathan Sharpe (captain), 4 Kane Douglas, 3 Ben Alexander, 2 Tatafu Polota Nau, 1 Benn Robinson.
Sustitutos: 16 Saia Fainga'a, 17 James Slipper, 18 Rob Simmons, 19 Liam Gill, 20 Brett Sheehan, 21 Mike Harris 22 Anthony Fainga'a.
Ensayo: Mike Harris.
Golpe: Kurtley Beale.
(el enlace contiene video)
http://blogs.as.com/mam_quiero_ser_pilier/2012/10/el-wallaby-especie-en-peligro.html