Uno de los nuestros
Jesús Rueda vuelve con la UD Logroñés este domingo a Zorrilla, donde creció como jugador y persona
La viveza del fútbol muchas veces priva de historias largas -y bonitas- en un mismo Club. Entrenadores y jugadores van y vienen, y no todos dejan huella. No es el caso de Jesús Rueda (Corte de Peleas, Badajoz, 19-02-1987), quien llegó al Real Valladolid la temporada 2002/2003, siendo juvenil de primer año. Pasó por el Promesas y acabó en el primer equipo llevando el brazalete de capitán en algunas ocasiones. Ahora, siete cursos después de su salida, el central regresa a Zorrilla, donde se enfrentará con la UD Logroñés al Promesas este domingo (17.00 horas).
Un central que vivió dos ascensos, aunque, como recuerda, el primero fue como ‘invitado’. “Estaba en dinámica, jugué en Copa del Rey y, como ascendieron tres meses antes, fui convocado algún partido. Los capitanes me dijeron que fuera con ellos a la celebración. Agradecido porque era algo nuevo”, señala con una sonrisa, ya que fue uno de sus mejores momentos como blanquivioleta.
Otro de esos recuerdos que se mantienen vivos en su retina es cuando debutó en casa en Primera. “Salí por Borja”, apunta. Después fue acumulando partidos y construyendo una gran historia en blanco y violeta hasta lograr el ascenso con Djukic en la temporada 2011/2012. “Fue una fiesta espectacular porque fue un año muy difícil. Mucha gente no sabe lo que supuso ese año”, asegura. De hecho, el extremeño ‘sudó’ sangre en el partido definitivo contra la AD Alcorcón en un choque con Marc Valiente. “Fuimos los dos y nos llevamos un recuerdo de sangre para el vestuario, pero había que sacarla”, cuenta con orgullo.
Familia blanquivioleta
Una celebración que comenzó en el césped con su familia, “una parte muy importante” de su vida: “Sueltas toda la adrenalina después de un año difícil”. Y es que sus seres queridos y parte de Corte de Peleas, su pueblo, sienten al Real Valladolid, aunque a buen seguro que no tanto como él, ya que eso parece imposible. “En mi pueblo hay muchas camisetas del Pucela. Todavía sigo viendo a algún niño con la camiseta. Me alegro de que haya hecho un poco del Valladolid a algunos de mi pueblo”, dice.
Además, el nacimiento de su hija mayor, quien es vallisoletana, supuso otro de los grandes momentos como blanquivioleta. “Tenía un año cuando nos fuimos. Aunque quiera, no me puedo olvidar de Valladolid. Tengo mi casa allí y cada vez que puedo voy. Me encanta. Llevaba cuatro o cinco años sin ir, desde que me fui al extranjero, y estaba la ciudad preciosa. Es una ciudad de la que siempre hablo bien de ella. La gente es súper educada y eso para un futbolista es muy importante porque vives tranquilo con tu familia”, explica.
Por eso, cuando llegó la hora de tomar la decisión de salir lo hizo con tristeza: “Me dio pena porque allí lo tenía todo. Mi vida era allí. Iban saliendo compañeros y vi que era el momento de dar un paso al lado”. De hecho, recuerda que en su último partido acabó “jugando de portero”. Fue en el playoff de ascenso frente a la UD Las Palmas, ante quien el Pucela no cuajó “una buena eliminatoria”. “Ahí me di cuenta de que era el momento de salir”, asegura.
Así, en la etapa en la que su familia creció aprovechó para dar ese paso, ya que “quería vivir una experiencia en el extranjero”. Por ello, aunque le restaba “un año más de contrato” decidió salir del Club y poner rumbo a Israel, donde jugó en el Beitar Jerusalén. Después pasó por el Apoel Nicosia chipriota antes de volver a España para militar en el Extremadura UD, Nàstic de Tarragona y UD Logroñés, donde se encuentra actualmente.
Con el conjunto riojano regresa a Zorrilla este domingo para enfrentarse al Promesas, donde también militó. “Para mí es muy bonito. Será un partido con muchas sensaciones y va a ser especial”, afirma. Lo hará como jugador, pero como aficionado ya ha visitado el feudo blanquivioleta en varias ocasiones para ver al primer equipo: “He tenido la oportunidad de ir algún día y sigo al equipo desde que me fui. He visto bastantes partidos y el equipo ahora anda muy bien. Da señales de que va a estar arriba. Se están poniendo las bases para que ojalá se ascienda directamente y luego quedarse muchos años en Primera para garantizar el proyecto. Valladolid tiene capacidad de crecimiento”.
De capitán a capitán
Echando la vista atrás, Rueda recuerda que llegó al Club a modo de prueba. “Pasaron dos o tres semanas hasta que me dijeron que me quedaba y ahí se acabó la incertidumbre. El entrenador era Paco de la Fuente, con quien ahora tengo muy buena relación, y años después me dijo que el al segundo día él subió a la oficina para que me ficharan, que no fue un tema suyo”, cuenta entre risas.
Su primer año lo desarrolló en el Juvenil C, cuando por aquel entonces el Real Valladolid tenía un tercer equipo en esa categoría, y al siguiente ya pasó al Juvenil A para jugar en División de Honor. El pacense creció entre los Anexos y la Residencia, donde tuvo como aliado a Asier Arranz. “Estábamos juntos en la habitación”, recuerda. De hecho, permaneció allí también en su último año de juvenil, lo que le convirtió en “el más mayor” del lugar: “Guardo muy buenos recuerdos, sobre todo de la gente que estaba allí trabajando. Oliver, Pereira… Tenía mucha confianza con ellos”.
Su figura en la entidad ganó protagonismo y en el Promesas lució el brazalete de capitán en sus últimos años. En esa época ya participaba con el primer equipo y recuerda unas palabras de Alberto Marcos: “Me decía mucho que iba a ser el capitán durante muchos años”. Y lo fue, aunque no con tanta asiduidad porque era el tercero y llevó el distintivo en el campo en ausencia de Javi Baraja y Álvaro Rubio.
Evolución espectacular
El Real Valladolid sigue en su corazón, donde entró siendo un joven con un sueño que acabó cumpliendo. Por ello, tras pasar muchos años en la casa blanquivioleta, valora el crecimiento del Club todavía más. “Lo veo espectacular. Los Anexos casi no nos dejaban entrenar y ahora las instalaciones son de club grande, de referencia. El campo ahora es precioso”.
Por otro lado, incidió en los chavales, tanto los que forman parte de la estructura de la entidad como los que animan a los diferentes equipos. “Se está trabajando bien con la juventud porque veo a más niños en las gradas”, señala. De hecho, aboga por “cuidar la cantera”: “Ahora hay muchos jugadores que han acabado saliendo y otros que se han quedado y son importantes en el primer equipo. Se necesitan jugadores que vengan con ganas y canteranos que vayan asentándose año a año y que sean importantes. Son los que tienen que tirar”.
En ese sentido, y con el Promesas en el objetivo para el partido de este domingo, pidió “paciencia” con el segundo equipo pucelano. “Cuando estás en un filial lo primero que se exige es mejora para llegar al primer equipo. No importan tanto los resultados. Esta categoría es muy difícil. Todos los equipos buenos que había antes ahora están en dos grupos. Tienen que salir a campos muy difíciles y recibir a gente curtida. Son chavales jóvenes que tienen que aprender, mejorar individualmente para que el colectivo crezca y que puedan subir tres o cuatro jugadores con el primer equipo para intentar nutrir poco a poco al primer equipo”, explica. Una voz autorizada que vuelve a su casa y, aunque lo hará como visitante, siempre será uno de los nuestros.
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