No voy a comentar nada de sus declaraciones de ayer (y tampoco de sus gestos a la grada, una vez más reincidente, aunque ayer al menos no insultó directamente), porque forma parte de su estrategia, porque ahora mismo el fin justifica los medios y hemos vendido totalmente nuestra al alma al diablo, pero a ver si tenía cojones de hacer lo que está haciendo en otro sitio.
Está tensando mucho la cuerda ante una afición paciente, señorial, educada, a la que lo único que ha ofrecido ha sido un descenso vergonzoso, arrastrar el escudo y la camiseta, e insultos y provocaciones. Con esta afición ejemplar, aquí el cántaro es de acero reforzado con titanio, pero el artista va con soplete, sierra de calar, percutora, y todo lo que encuentra por el camino para intentar romperlo.