10/26/2012
Por Mario Ornat
Fickou: ¿Ha nacido una estrella?
Desde el punto de vista de un club como Toulon, cuyo modelo consiste en reclutar a algunos de los mejores jugadores de este y del otro mundo —capaz de convencer en 2005 a Tana Umaga para jugar en la Pro D2 francesa, y atraer después a Jonny Wilkinson o lograr la repatriación desde Sudáfrica de Frederic Michalak, por precisar tres ejemplos a lo largo del tiempo—, la pérdida de un chico de 18 años formado en la casa y sin ninguna experiencia profesional debería ser considerado un daño colateral, un error propio del sistema. En cierto modo, así es. El problema reside en el tamaño del error. Si el muchacho en cuestión es un tres cuartos centro que se llama Gaël Fickou, y que dejó la Costa Azul para enrolarse en el Stade Toulousain, entonces la cosa cambia. Fickou, natural de La-Seyne-Sur-Mer, creció en su club local hasta que, en 2009, accedió a las categorías de la escuela del Rugby Club Toulonnais. Tres años después, el pasado verano, salió del club que intenta dominar Francia (y, de paso, el continente) y se enroló en el Toulousain, el club que viene de dominar Francia (y, de paso, hasta cuatro veces, también el continente). Cuando eso ocurrió, Fickou (un centro de 1,90 de ascendencia congoleña y movimientos sedosos, de imprevista armonía) todavía caminaba bajo los radares sin ser advertido por el gran público. Todos estábamos más pendientes de la pareja de centros titulares en la legión extranjera de Toulon: rien de moins que... Bastareaud y Giteau. Pero en mayo ya ocurrían, con Francia Sub-18, cosas como ésta.
Para Jean-Michel Rancoule, cazatalentos del Toulouse, su descubridor entre las promesas del Toulon y quien lo convenció para cambiar de camiseta, nada de esto pasaba desapercibido: "Posee una madurez encomiable para un chico de su edad", ha definido ahora. Nueve partidos después (siete en el Top 14 y dos, sobre todo, de la Heineken Cup), Fickou ha dejado de ser la promesa invisible que detectan sólo los ojeadores avisados, y se ha convertido en la sensación del arranque de la temporada. Para empezar se llevó por delante en la titularidad a Yannick Jauzion, 34 años y 73 partidos con Francia; miembro de honor en la saga de grandes figuras que Francia ha producido en esa posición con cierta facilidad, y suerte diversa, estos últimos años,: su compañero de equipo Fritz, Mermoz, el propio Bastareaud, Fofana o el versátil Rougerie serían algunos. El caso es que Fickou debutó en el XV contra Agen y metió un ensayo en una tarde prolífica de los toulosains. Pero fue en su presentación en la Heineken Cup, nada menos que contra Leicester Tigers, cuando Fickou eclosionó como la próxima gran estrella del rugby francés. La onda expansiva llevó a algunos a agregar: y mundial.
Con avidez anticipatoria, como si hubiera urgencia por proclamarlo el último gallo en el corral, lo nombraron Jugador del Partido, después de haber contenido sin asomo de temor algunas de las primarias embestidas con las que acostumbra a hacer fortuna su oponente del día, Manu Tuilagi; también rodeó el borde de un agrupamiento para cazar a Ben Youngs, el medio de melé de los Tigers, en otra ocasión, un gesto muy de tercera línea; y, sobre todo, las trompetas declararon fanfarria después de que un balón perdido en el contacto por Stephen Waldrom cayera a sus pies y Fickou produjese un maravilloso contraataque de un solo hombre, definido con una naturalidad pasmosa: levantó el balón, lo filtró a la espalda de la zaga de inmediato con una patada a seguir milimétrica, pasó como una luz y se fue al ensayo él solito. La acción ocurrió de manera tan repentina y estuvo ejecutada con tal limpieza que, para cuando la defensa quiso leerla, Fickou ya había ganado la carrera con una nítida aceleración. El balón le obedeció y botó hacia arriba. Fickou lo embolsó y se fue sobre la línea sin remedio.
Fue el único ensayo del partido, que Toulouse ganaría 23-9. Hombre del partido. A uno le pareció que tal vez había tenido más contenido el juego de Luke McAllister (que está desarrollando un rugby soberbio, alrededor del cual pivota toda la maquinaria de Novès); o también el de Louis Picamoles, trailer inspirador desde el numero 8. Cualquiera de ellos hizo méritos para la mención, pero es verdad que, más allá de las consideraciones globales, cada aparición de Fickou rebosó talento. Entonces, como para subrayarlo todo, Philippe Saint-André lo incluyó entre la decena de jóvenes que se lleva a la preselección de Francia para la ventana de partidos de noviembre. Desde el anuncio, la bola mediática no ha dejado de crecer, provocando el inevitable efecto llamada. Guy Novès, entrenador del Stade Toulousain, se apresuró a rebajar las expectativas (pero no a quitarlo de su XV de inicio, desde luego): "Si ustedes lo dejan en paz un cierto tiempo, Fickou puede llegar a ser un jugador muy útil para Francia", les dijo a los periodistas. El tradicional temor de intoxicación lumínica de los focos. Al otro lado del Canal, con cierto aroma a envidia o desafecto crítico de los propios, los medios ingleses abrieron la caja de los fuegos artificiales: compararon su elegancia a aquella altivez esencial de Jeremy Guscott, el centro de aspecto más radicalmente inmaculado que ha conocido Twickenham. Aquel tipo que no corría por el campo, sino que parecía desplazarse ingrávido a varios centímetros del suelo. Toby Flood, apertura de los Tigers y rival de Fickou, resumió de manera involuntaria la productividad francesa en esa posición cuando dijo de él: "Parece el nuevo Fofana, ¿no? Es un jugador a seguir". Justo lo que no había hecho Leicester. Uno se quedó pensando por qué nadie había nombrado a Philippe Sella.
La comparación con Fofana tal vez ayude a discernir matices. En su aparición, el centro de Clermont era una figura más bien redondeada, a la que decidieron modelar para aprovechar el extraordinario pontencial de sus carreras angulosas, su codicia y explosividad atacante. Pero tenía, lo confiesa él mismo ahora en perspectiva, alergia al trabajo intensivo, que somatizaba con calambrazos musculares frecuentes durante las sesiones de trabajo. Con el tiempo y esa labor metódica, Fofana ha soltado grasa para ganar porcentaje de músculo, incorporando la necesaria resistencia física para reiterar esfuerzos e imponer su codicia ofensiva. El resultado está a la vista. A Gaël Fickou lo veremos cambiar, seguro, conforme el rugby profesional lo vaya cincelando, pero viene construido ya como en un molde de armonías. Los 18 años constituyen un argumento principal a la hora de definir al jugador. La edad acostumbra a ser un componente principal en la proclamación prematura de estrellas del futuro. Los precedentes hablan por sí solos: Jonny Wilkinson debutó con Inglaterra en marzo del 98, cuando le faltaban un par de meses para cumplir 19 años. Si Saint-André finalmente se lo lleva al llamado en Francia torneo de otoño y lo hace jugar en alguno de los tests contra Australia, Argentina y Samoa, Fickou habrá debutado con 18 años y ocho meses. Sus compañeros Fritz y Poitrenaud no consideran precipitada su inclusión con la selección mayor. Poitrenaud alcanzó el equipo bleu con 19 años: "Será una experiencia que lo va a mejorar". Fritz, con el que intercambia posición según las direcciones del juego, dejando muestras de un entendimiento muy acabado, despeja cualquier prejuicio de edad: "Cuando uno está preparado y rinde, no importa los años que tenga".
Habrá mil cosas que definir todavía en el joven de Seyne-sur-Mer, y muchas revisiones que hacerle a la general estimación de que estamos ante el nacimiento de una estrella. La historia del deporte está repleta de historias de grandes anuncios con líneas de fuga diversas; tanto como de gente que alcanza la condición de starlet bien avanzada su carrera. De momento, lo seguro es que Fickou parece a simple vista un jugador con unas condiciones naturales tremendas. Lo delata cualquier pasaje que uno mire de estos últimos partidos. Se mueve por el campo con esa apariencia de espontaneidad que proporciona la más estimable de todas las condiciones de un atleta: el talento innato. Como si todo le resultara fácil, o mas fácil que a los demás. Su compañero Luke McAlister habla de un chico "humilde, que escucha... y que se va a convertir en un gran jugador". Todas ellas condiciones intangibles, más allá de las deportivas o las atléticas, para manejar una situación que él mismo considera que "está yendo muy rápido". Tan rápido que Toulon, donde Laporte trata de conjugar un programa de aproximación de jóvenes a la élite de grandes estrellas que es su equipo, no interpretó con la premura debida. La crecida temprana de Fickou promete ser un argumento bumerán para los responsables del Toulonnais: "Cuando se encuentra una pepita de oro, hay que ponerla a buen recaudo", se ha lamentado en la prensa el ex seleccionador francés. Mourad Boudjellal, el presidente, no se ahorró ninguna franqueza: "Se estimó que (a Fickou) aún le hacían falta unos cuantos meses... La verdad, nos ha quitado la razón".
(contiene videos)
http://blogs.as.com/mam_quiero_ser_pilier/2012/10/fickou-il-est-magnifique.html