Para empezar, el 15-M ha hecho que por segunda vez me sienta orgulloso de mi país. La primera fue cuando el país entero se movilizó por el "emplazado" Miguel Ángel Blanco. Por que a aunque a muchos les suene raro, soy y me siento español. Y más allá del terruño o del establo en el que has nacido y del que por ese mero hecho es fácil sentirse "orgulloso" (algo de lo que huyo, por ser un hecho absolutamente casual), me siento orgulloso de mi gente, de su cultura, de su dignidad, de sus actos. El 15-M ha sido y es un ejemplo de civismo democrático, de análisis y de acción ciudadana.
Entre los contrarios (enemigos, hablando claro) nos encontramos con el clásico pepero que nos llama "perroflautas y titiriteros", el mismo que divide, clasifica y cataloga a la mujer como señora (con las que se casan normalmente) y puta (toda aquella mujer que no se parezca a Cospedal, Sáenz de Santamaría -nombre tan golpista, por dios- o Rita Barberá -y a la que normalmente tratan de follarse; si pueden, que normalmente no pueden y no entienden por qué -siendo tan putas-, lo que acrecienta su odio y frustración-). A éstos nada que decirles. Bueno, sí. Aseando términos: "puta" es aquella señora que se casa con un señor al que no ama, generalmente a cambio de estatus social y económico, lo que a muchos les toca más de cerca de lo que piensan. En fin, que esta es su democracia, está hecha a su medida y nunca harán nada por dinamizarla. Y que no lo hagan, de eso que nos libramos. Antes nos quedemos como estamos, virgencita, virgencita. Eso sí, en su descargo, decir que al menos van de cara.
Luego está el tibio clásico y sempiterno, siempre en la cresta de la ola. Le gusta la movilización, pero dentro de un orden. Le gusta la participación, pero dentro de un orden. Le gusta la libertad, pero dentro de un orden. Es el palmero que aplaude lo que se le escapa; pero como se le escapa, le pone fecha de caducidad. Así, sin sonrojo. A éste, al tibio, le gusta Gandhi. ¿Cómo no? Para eso está avalado por un Nobel de la Paz, una institución seria donde las haya. Veamos:
Y comentemos: les gusta Gandhi, pero no lo que dijo Gandhi y mucho menos que se lleven a la práctica los discursos de Gandhi. A éstos, a los tibios, a los amantes de la libertad con fecha de caducidad, a los tolerantes con las cargas policiales, decirles que están al otro lado, aunque lo nieguen. Con el agravante de taimados, hipócritas y retorcidos. No quieren que nada cambie y su función consiste en cortar de raíz todo lo que florece al sol de la espontaneidad y la justicia social. Son el troyano imprescindible para cargárselo todo y dejarlo bien contaminado para que nada vuelva a crecer. Éstos, los tibios, son los que, como dice un buen amigo, leen a sus hijos El Principito mientras en el tercer cajón de la mesa de su despacho guardan una pistola. Están aparentemente a la vista, incluso pueden tocarse, pero su alma está presa en su caja fuerte de dogmas y prejuicios que no dudan en imponer en nombre del orden y del funcionamiento de la libertad cercenada. Si es preciso, a porrazos, cómo no. Total, el orden está legitimado para defenderse a cualquier precio.
Por último, tras implicarme dentro de mis posibilidades dentro de las acciones en Sol y DRY y aclarando que no me limito a hablar cómodamente detrás de un teclado, animar a todos: esto no ha terminado. El consenso de mínimos es el caballo de batalla y el nuevo mapa político tras el 22-M exige nuevas estrategias: resistencia pacífica e integración y/o apoyo en y a quien defiende los principios de DRY, que no son otros que dignificar a los políticos; algo a lo que éstos no parecen dispuestos, visto lo visto, lo que nos hace una idea acerca de cómo definir a nuestra clase política: indigna.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. #spanishrevolution